Bienvenido Fernández El Maestro Sotolero: Un Legado de Tradición y Pasión

En la vasta extensión de la Sierra Madre Oriental se encuentra Madera, en el corazón de Chihuahua, lugar donde reside un legado que se remonta a generaciones atrás, marcado por el destello dorado del Sotol. Esta historia está entrelazada con la vida de un hombre cuyo nombre resuena con reverencia en cada rincón donde el sabor del Sotol es apreciado: Bienvenido Fernández.

Nacido el 22 de junio de 1952 en la pintoresca Ciudad Madera, Bienvenido Fernández fue criado entre las fragantes notas del destilado de Sotol. Sus padres, José Antonio Fernández Lozoya y María Eloísa Vega Acosta, le inculcaron desde temprana edad el amor y el respeto por la tradición del Sotol. Fue su padre quien, con pasión y dedicación, inició la producción de esta preciada bebida en la región, transmitiendo sus conocimientos a su hijo durante su juventud.

Bienvenido Fernández vino al mundo en medio de la imponente serranía. Su nacimiento fue todo un acontecimiento, ya que para que su madre pudiera recibir atención médica en la comunidad más cercana, era necesario realizar un viaje de dos días a caballo. De ahí su nombre, Bienvenido, una celebración de su llegada ante las probabilidades que enfrentaban. A pesar de los desafíos, Bienvenido sobrevivió, trayendo consigo una alegría indescriptible para su familia.

En aquel entonces, su familia se dedicaba a la elaboración clandestina de Sotol. La ilegalidad de su actividad los obligaba a operar en secreto, conscientes de los riesgos que enfrentaban ante la posibilidad de ser descubiertos por la autoridad local. Para evitar ser atrapados, transportaban el Sotol clandestinamente a través de la sierra, hasta llegar a Madera, donde ya contaban con una amplia clientela que apreciaba la calidad de su producto.

Tras el trágico fallecimiento de su padre, Bienvenido asumió el desafío de llevar adelante el legado familiar. Con valentía y determinación, se propuso llevar el Sotol más allá de las fronteras de la sierra, buscando la manera de producir esta emblemática bebida dentro de Ciudad Madera. Su lucha incansable encontró eco en el apoyo del entonces presidente municipal, José Alfredo Vázquez Fernández, quien junto a él, en el año 1999, inauguró el primer desfile sotolero como parte de las festividades de San Pedro y San Pablo, un evento que se ha convertido en una tradición anual, honrando las raíces y la cultura de la región.

La empresa «Sotol Fernández», ubicada en las históricas instalaciones del antiguo rastro municipal al sur de la colonia campesina, es la materialización del sueño de Bienvenido. Un espacio que no solo es el hogar de la destilería familiar, sino también un testimonio vivo de la rica historia y la pasión que impregna cada botella de Sotol que sale de sus puertas.

La dedicación de Bienvenido Fernández a la producción del Sotol se extiende por más de seis décadas, consolidándolo como un verdadero maestro en su oficio. Con su hija Norma Fernández, quien representa la quinta generación de productores de Sotol en su familia, continúa el legado familiar con orgullo y compromiso. «Mi papá ha trabajado incansablemente para sacar al Sotol de la clandestinidad», comparte Norma, reflejando el esfuerzo y la determinación que han marcado la trayectoria de su padre.

Además de su labor como productor de Sotol, Bienvenido Fernández es reconocido como el fundador de la Fiesta del Burrito Sotolero, una celebración que desde su inicio en 1999 ha reunido a amantes del Sotol de todas partes del mundo para celebrar la rica herencia cultural de la región. Ciudad Madera, como él mismo señala, es el único lugar en Chihuahua, y posiblemente en toda la República Mexicana, donde la tradición del Sotol ha perdurado ininterrumpidamente a lo largo de generaciones.

El legado de Bienvenido Fernández trasciende las fronteras del tiempo y del espacio, impregnando cada botella de Sotol con la historia, la pasión y el compromiso de una familia dedicada a preservar una tradición centenaria. En un mundo donde la rapidez y la modernidad a menudo eclipsan las raíces culturales, su vida y su trabajo son un recordatorio de la importancia de honrar y preservar las tradiciones que nos definen como pueblo. Porque, como él mismo diría, el Sotol no es solo una bebida, es el alma de una tierra y la voz de un pueblo que habla a través de cada sorbo.

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